Me gusta despertar sabiendo que me espera un viaje. Ni que sea salir de la rutina por un momento y tener la sensación de que eres un aventurero que se busca la vida embarcándose en algún navío que te llevará allende los mares (lopeveguiano me está saliendo el post).
Sea como sea, el trabajo apetece cuando te espera un destino incierto y tienes que defender tu idea y tu proyecto y para ello te espera una carretera, la mañana a primerísima hora y una enorme y hermosa luna que aún no quiere ir a dormir.
Todo y que a veces, se te rompe la poesía y los buenos modos cuando te quedas anclado en una autopista y no avanzas ni para atrás.